Capítulo 13: En vilo

Se mira en el espejo del vestuario y se ve guapa. La cara sonrosada, el pelo límpio, lacio… los ojos le brillan… ¡Vamos de aquellos días que las hormonas te hacen sentir bién!

Entra en la consulta con su batita blanca y le empiezan a realizar las pruebas de siempre. Aunque esta vez algo va distinto, al poco tiempo le sueltan…

– Oh, aquí tenemos lo que parece ser un quister… aunque… no se ve del todo normal.
– ¿No?
– No, su contorno…Bueno… ¡Vamos a mirarlo de cerca!

Las luces se cierran, las pantallas en blanco y negro se amplian y empieza a oír des de los altavoces lo que le dicen ser la frecuencia sanguínia del no supuesto quister.
La miran, le dicen… «Sé que la palabra tumor asusta pero podría ser y seguramente es benigno.»

– ¿Lo es?
– No lo se, miraremos ahora los parámetros que cumple.

Lo analizan: el tamaño, el ruido, la composición, el color… se lo cuentan paso a paso, con calma y palabras raras que ayudan a que no se desmonte. Le cuesta escuchar al médico, su atención es cada vez más absorvida por la bolita de la pantalla.

En un arranque de cordura piensa «Ahora no me da la gana de afrontar esto» (Como si a alguien le diera la gana), y sin quererlo, empieza a percibir como si de la misma manera que uno retira la cortina del baño, todas sus preocupaciones se amontonan hacia a un lado. Ya nada es más importante.

Aún a oscuras, recostada en la camilla, una lágrima caliente le brota por el rabillo del ojo. La siente resbalar hasta la oreja y la seca disimuladamente cuando ya es fría (sólo una). ¿Cómo puede ser que incluso en esos momentos a uno le siga dando verguenza que le vean llorando?

Una hora más tarde en el mismo vestuario ya no es ella. No se ve guapa, no está contenta y siguen sin confirmar si es bueno o malo. Tardaran un mes.

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El día que me llamaste no sabía ni como abrazarte. Se me encogió el corazón. Te miraba y recordaba, cuando nos parecía que lo más grave que nos podía pasar era estar solas la primera noche después de una ruptura. No habíamos tenido un problema de verdad. Ahora lo ves, ni uno sólo.

(…)

– ¿Como estas? ¿Duermes bién? ¿Miramos una peli?
– ¿Sabes? La primera noche no es mucho peor que cualquier otra, ni siquiera te has hecho a la idea. La verdad, la segunda tampoco.

A partir del tercer día… con que no sientes ningún dolor, ni un sólo síntoma y sigues sin creértelo, tu vida vuelve al cauce habitual. Sólo que todo te da un poco más igual y que de vez en cuando te pillas abstraída pensando «¿De que tipo será?»… De hecho, constantemente. La cabeza compagina muy bien los temas cuando quiere, ¡Eh!

(…)

Los días empezaron a pasar. Me gusta pensar que conseguimos que no pensara en ello algún segundo. Que dijimos las chorradas necesarias y escuchamos cuando tocaba. Que no se notó demasiado que los pocos que lo sabíamos también habíamos parado el mundo pero que a la vez notó muy de cerca el «No sin ti». Que le dimos fuerzas para aceptar lo que viniera. Que sabía que estábamos ahí. Me gusta pensar que lo hicimos bien, quiero creelo.

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21 días después me llamó como si nada, señalando la pantalla del ordenador dónde un correo electrónico enunciaba formalmente «Ausencia de malignidad»:

– Han salido bien…
– ¡¿Lo ves?!! ¡Lo ves como tu no podías crear eso! ¡¡¡NO sabes!!!

Era una frase tan tonta y me hizo tanta ilusión oírla. Ahora si sabía como abrazarte. Nuestros cuerpos se fundieron en un sollozo de alegría.

P.D.: Le dedico este capítulo a todos los que esperan. A todos los que como un relámpago lo supieron des del minuto uno. A los que tras el susto, finalmente no fué nada y a los que sólo fué el principio. Pero sobretodo, a la chica de ese espejo que ya duerme tranquila.

2 comentarios en “Capítulo 13: En vilo

  1. Honra la valentia de la noia! I li honra també explicar-ho i segur que será de bon exemple i ajuda per a moltes persones.
    Tot passa i de tot s’aprén.
    Bon capítol (casualitats a part que sigui el número 12+1…) i una abraçada ben forta a la noia que segurament, ara, és un pèl més forta i positiva!

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