Capítulo 22: 16 tipos de visitas

Aún recuerdo cuando mi madre limpiaba hasta los rincones más inaccesibles del piso porque venían mis abuelos a comer. Mi padre y yo nos cachondeábamos «¿En que momento crees que la abuela mirara el armario de la galería?, ¿Antes o después de los postres?» «¿Para que pasas un trapo por esas estanterías si la abuela no les llega ni a la mitad?

Con los años, empiezas a ver como los anuncios de productos de limpieza hablan de la situación «¡Corre corre, limpia las mamparas de la ducha que viene mi madre!». Entre estos y que empiezas a conocer a tu madre sospechas que el día de mañana acabarás igual.

Este es un post dedicado a los 16 tipos de visitas que uno recibe cuando vive solo (Seguramente si vives acompañado también):

  • El del Gas: Un día te encontraras un papelillo en tu puerta o en tu buzón diciendo «tal día a tal hora le vendremos a revisar la instalación del gas». Les importa un pimiento si trabajas, así que te las apañaras para recibirles y te lo pagarán diciendo que tienes un defecto «leve» y que si no lo arreglas te dejaran sin suministro. Corres y hablas con la inmobiliaria, el propietario, el «señor que lo arregla», la vecina y en definitiva con quien haga falta para que después no comprueben si lo arreglaste.
  • El falso del Gas: Dícese de un idiota que te intenta timar. No es de tu compañía, quiere que le enseñen las facturas y que le firmen cosas. Mándalo a la mierda y cierra la puerta. Si quieres hacerte el alternativo (felicidades) adelante, pero entérate bien de que estás firmando.
  • Tus padres: Es como pasar una y otra vez el examen del carnet de conducir. ¿Lo encontraran todo bien?, ¿Se fijaran en las servilletas?, ¿Que les hago de comer que no sea preparado ni tan elaborado que me de un ictus si algo falla?, ¿Repaso el armario de la galería? (Que suerte no tener galería). Yo sólo sé que cada vez que veo el piso un poco desmadrado, les invito a comer porque al momento me da por limpiarlo todo. Total… después tampoco es tan grave.
  • Los amigos: Si hay algo agradecido de invitar y recibir son tus amigos. A pesar de que intentes tener el piso decente para todo el que venga son aquellos que sabes que no te juzgan, que luego te ayudan a limpiar (o no) pero como mínimo se ofrecen y con los que realmente disfrutas la visita con tranquilidad.
  • Las parejas de tu edad: Te hace mucha il·lusión recibirles y tenerles en tu casa. Saber de ellos y pasar un buen rato. Sin embargo, es difícil no sentirte candelabro en tu propio piso en algún momento de la cena. Lo siento, es así.
  • El septuagésimo amor de tu vida: véase tu rollete actual. Sus visitas se convierten en una especie de mezcla entre las de tus padres y las de tus amigos ya que limpias el piso más que con tus amigos y menos que con tus padres pero también hay que tener en cuenta que te lo puedes pasar mejor que con tus amigos o peor que con tus padres. Depende de como esté el tema.
  • La palabra de Dios: ¿Por qué SIEMPRE llaman cuando aún estoy durmiendo?, ¡¿No ven que yo ya me estaba comunicando con Dios?!
  • La víctima: véase esa persona amigo o familiar que se acaba de pelear con alguien (pareja, amigo o familiar) y viene llorando a tu morada. ¿Por qué? Porqué si vives solo creen que estarás por ellos y no habrá nadie más que haga incómoda la situación. El único problema de las víctimas es que asumen que estarás de su parte. Eso, si no ha llegado el otro antes y acaban montando un sálvame de luxe en tu comedor.
  • La adorable: Esta es de mis favoritas. Cuando vienen los niños de la finca de al lado porqué se les ha colado la pelota. Su vocecilla por el interfono es matadora. «Se nos ha colado la pelota, ¿Puede abrirnos, por favor» Monisimos.
  • El inoportuno: Se trata de aquella persona que nunca te va bien que te visite. A aquella que le dices «¡Si, si, un día quedamos y te lo enseño!» Y sabes que eso no pasará. Puede ser cualquiera: un ex, un amigo que no se ha dado cuenta que ya no lo sois, un pesado, alguno de tus familiares… Que no te da la gana, que no quieres que venga, ¡Fuera!
  • La platónica: Esta podría ser aquella para la que siempre estarías preparada. Ejemplos de este tipo de visita serían… el vecino guapo que viene a pedir sal en paños menores, o tu mejor amiga que pasa sólo para charlar un rato. Son aquellas visitas que te da igual cuando sean, no piensas en ellas ni las preparas, pero siempre estas dispuesta a recibirlas.
  • La visita de tu vida: La visita de tú vida es aquella visita que siempre esperas y quizás no hayas invitado nunca. Se trata de alguien que tu sabes que si un día llama a la puerta, pararás tu mundo para recibir a esa persona. Puede tratarse de mucha gente, des del hermano con el que no te hablas a el amor de ese verano. Incluso, un ex con el que la cosa quedó en el aire o un primo al que hace demasiado que no ves. La visita de tu vida te la hará alguien realmente especial para ti.
  • El amigo de: Un caso extraño y en cambio, habitual es el de aquella persona que viene porque es amigo de un amigo tuyo y estaba «colgado y sin plan». Entonces tu amigo te dice «¿Se puede venir fulano?» Tu no le hubieras invitado, tampoco tienes ganas de frustrar a tu amigo… y mira, ahí está, cenando con vosotros en tu casa.
  • Tu pareja: Si tienes pareja estable y vives solo cada vez que te visita tienes el riesgo de acabar siendo invadido. Cometarios como «Me dejas un cajón para mis cosas» o «Oye porqué no quitamos ese cuadro y colgamos una foto nuestra» están a punto de llegar a tu vida.
  • Tu vecino: Tu vecino.

Hay que mencionar para los principiantes, que casi todas las primeras visitas parecen un examen. No sabes hasta que punto tienes que limpiar y/o arreglarte tú mismo en tu propia casa aunque con el tiempo le coges soltura al tema y las disfrutas más.

También es verdad que a veces te lo pasas mejor con tus padres de lo que esperabas. O que te puedes fustrar muchísimo cuando después de meses aparece tu hermano y en lugar de venir a hacer las paces viene a recriminarte algo…

Personalmente, me encanta recibir una visitilla de vez en cuando. Y aunque es verdad que prefieres que te avisen, una sorpresilla a veces da vida. A menudo no pregunto quién es en el interfono porqué (A) A veces no va y (B) Puedo pensar durante 30 segundos que se trata de alguien por quién pararía mi vida.

Capítulo 21: Del verano que se fué

Como si de un tsunami se tratara un ambiente tórrido rozando los 40º ha azotado la ciudad.

Vuelvo de comer en casa de mis padres bajo un Sol digno de eurovisión. Ansío llegar. Estoy a punto de evaporarme y no tengo ganas de morir desmayada en el asfalto ardiente. Me queda poquito. Ya casi estoy. Abro la puerta del bloque y entro en el hall oscuro con la misma cara de ilusión que un runner amateur en su primera maratón. Bueno, ellos dicen que era de ilusión, suele parecer más bién de desnutrición. Mi ventilador me espera.

Últimamente, me paso los días serpenteando en frente de ese aparato. Un trasto mucho más grande de lo habitual, capaz de crear huracanes. No pensé al comprarlo que sólo podría usar la primera marcha en mi pequeño palacete. Para que lo entendais hay que puntualizar que con la segunda parece un avión a punto de despegar y si te arriesgas con la tercera (tenía que hacerlo) se le empiezan a caer los botones y entre que los cojes y consigues volver a ponerlos sufres un poco (Alta calidad).

Victoria llama.

  • Victoria: ¿Qué tal? ¿Cómo lo llevas?
  • Andrea: Fff… dicen que vamos por la tercera ola de calor, pero la verdad, es dificil recordar algo que pasó antes de que mi cerebro se convirtiera en gazpacho de setas caliente.
  • Victoria: ¿Te vienes a Valencia con Jana?

(…)

Desaparecí. De la piscina a la playa, de la playa a la siesta, de la siesta al chiringuito, del chiringuito a la disco, de la disco a la playa, de la playa a la cama y vuelta a empezar. Quinze maravillosos días practicando el famoso «Fiesta siesta fiesta siesta» que lamentablemente terminaron. Un día u otro tenía que pasar.

(…)

Con la bajada de temperaturas vuelvo a casa plagada de trastos. Una sale con la ropa ordenada y vuelve con todo hecho una bola y lleno de arena.

El piso esta tal cual lo dejé, impoluto. Aunque a los dos minutos ya parece que haya abierto el ventilador. Maleta de par en par, ropa sucia por un lado, a media doblar por el otro, el bikini aún mojado colgado por ahí, las chanclas asqueadas en el balcón…

Me empieza a preocupar saber qué comeré ya que dejé la nevera arrassada. La abro. Me adoro a mi misma por haber olvidado un yogurt y un huevo en ella y me imagino al día siguiente derrochando en el super como si se acercara el apocalípsis. Estoy contenta.

Entonces salgo de mi enagenación mental y recuerdo no haber mirado el buzón al llegar por lo que me dispongo a bajar un momento a buscar las facturas acumuladas (Si, no suele haber más que eso).

Bajo. Ahi está. Sólo una. Mira, mejor. La cojo, cierro el buzón y de pronto me fijo en un detalle. Es como si ya lo hubiera visto al entrar la primera vez pero no le hubiera prestado importancia. El nombre de Toni ya no esta en el 3º 2ª.

Un trocito de la etiqueta arrancada es lo único que queda de «¡Oh!, una mujer». Me sabe mal que se haya ido, a los vecinos se les acaba cogiendo cierto cariño.

¿Dónde estará? Empiezo a preguntarme cuando descubro que su buzón esta abierto. No lo abro, eso no se hace. (Silencio de duda) Pero si lo hubiera hecho, me hubiera encontrado con un folio a medio doblar con una especie de poema o confesión, como una carta de amor con resquemor sin sobre ni nada que dice…

«Te espero.

Cada noche cuando acabo con todo, me tumbo, cierro la luz y te espero. Me quedo unos minutos divagando entre mi presente y mi futuro. Me duermo.

Te espero con ilusión y con miedo. La ilusión de saber que un día podrías estar a mi lado cuando cierre la luz. El miedo de que un dia cierre la luz y quien esté a mi lado no seas tú.

Te quiero y te espero.

A veces cuando te recuerdo sonrio. Sin embargo, si te recuerdo demasiado me enfado. Entonces te alejo con un pensamiento hasta que me sorprendes de nuevo.

Cada noche cuando acabo con todo, me tumbo, cierro la luz y a oscuras, deseo. Deseo que un día vuelvas y mi primera impresión al verte no sea enfadarme. Enfadarme porque tanta espera me haya cambiado y ya no te quiera.

A veces… cuando cierro la luz… te espero.»

Sin firmar.

Siento una sensación intensa. Me parece increíble tirando a estupendo que Toni haya recibido esas palabras. Aunque no sé si forman parte del motivo que lo hizo marchar o si llegaron después. Me imagino que lo leyó. Mejor así. Sin embargo, no lo abrí el buzón y nunca vi esa carta. El silencio del Hall me ayuda a escudriñarme de nuevo hacía mi piso.

Entro en casa con la duda. No sé si os pasa a vosotros. A veces se producen enigmas en tu vida que sabes que nunca descubrirás o que ni siquiera te apetece resolver. Por ejemplo, un día perdí un pañuelo amarillo que sólo me había puesto dos días y cuando me di cuenta pensé «Vaya por Diós, espero que quien se lo encuentre haya sido de su agrado».

En cambio. Hay enigmas que no sabes cuándo pero quieres y tienes la certeza de que un día sabrás que pasó. Como por ejemplo con mi jersey de rayas:

Hace cinco años perdí un jersey que utilizaba como chaqueta. Desapareció sin más. Me pregunté mil veces dónde había ido a parar, en qué bar me lo habría olvidado. Lo busqué sin resultado y me tocó la moral porqué me gustaba mucho. De algún modo sabía que lo encontraría. Lo que no me esperaba era que dos días antes de nuestras vacaciones, Jana, se lo encontrara en el fondo del armario de lo que había sido casa de su madre ^^ ¡5 AÑOS DESPUÉS! Nos tiramos media hora riéndonos e inventando teorías de cómo habría llegado hasta allí.

En fin, sé que algún día sabré que pasó con Toni. Espero que esté bién y le deseo lo mejor. Mientras tanto me toca poner un par de lavadoras preguntándome, quién ocupará ese piso. Septiembre, aunque sea un mes desolador, siempre trae novedades.

Amaneceres en comunidad ¿El desenlace?

Gilipollas todos decían. Un mar de humanidad y sentido del ridículo invadieron mi cuerpo mientras la miraba. La que suponía que era Ana (la incognita del tercero) nos observaba con pena y dolor desde dentro de su pijama rosa arrugado.

– Yo: Perdone… No queríamos molestarla.

Es de aquellas frases que las dices y tu misma estas reprochándote internamente «¿Como pido perdón por molestar cuando ella ha desvelado todo el bloque?» pero era tal la evidencia de que ella lo estaba pasando peor que le concedí el puesto de víctima sin pensarlo. Cerró la puerta.

Tras mi mejor cara de la gente me toma el pelo, suelto la camiseta de Toni y me voy para casa.

01:55h De nuevo en el piso. No me he enterado de nada pero es que ya no sé si hay mucho de que enterarse. Nunca pensé que el pivón del edificio pudiera tener unos 20 años más que yo… quizás resultaba evidente, para la mayoría yo podría ser su nieta. ¿Entonces el guapo quién es? Sinceramente…

(…)

Viernes. No me molesto en contar en el trabajo lo sucedido. No me apetece. Parece como si todo hubiera terminado, pero no.

20:35h Acabando de colocar la compra en la nevera oigo unos golpecitos en la madera de la puerta de entrada. Me dirigo hacia ella, hoy si, miro por la mirilla y la veo (Ana). Abro, probablemente con la típica cara de en que te puedo ayudar mezclada de ¡No por favor! No me toqueis más las narices... pero a eso le debéis agregar una gran dosis de curiosidad (Ahora vas y te la imaginas).

– Ana: Me gustaría contártelo.
– Yo: Pasa pasa.Con tono compresivo

Una vez situada en la mesa, infusión en mano y conmigo y mis 73 sentidos puestos en ella me muestra un trozo de papel de periódico del 04 de Mayo de 2008: El ciclón Nagris causa más de 350 muertos en Myanmar.

– Ana: Unos días después el gobierno de Myanmar admitió 77.000 víctimas, pero las ONG’s estimaban que la cifra se aproximaba bastante más a las 100.000
Duermo con un vaso de agua cerca para poder ir comprobando si hay vibraciones.
– Yo: ¿Estabas allí?
– Ana: Fuí por trabajo. La ex mujer de mi cliente, natural de Birmania, se había llevado a la hija de ambos a un pueblecito cerca de Rangún (Yangón, la antigua capital), por no querer dejarle ni un gramo de custodia. Mi labor consistía en intentar llegar a alguna especie de acuerdo cercano a la custodia compartida. Me costó mucho localizarla entre los pueblos de la zona. Allí todo es muy distinto a pesar de que la gente sea muy amable.

No conseguí el acuerdo. Ella me quiso sobornar para que dijera que no las había llegado a encontrar. Como tenia serias dudas de que mi cliente las había maltratado caí. Ni siquiera acepté el dinero.

Tenía que haberme ido del país el 02 de mayo pero el avión no salió por una incidencia técnica. El hotel no me quiso dar alojamiento por más tiempo, la compañía aerea nos dijo que nos podiamos quedar en el aeropuerto durante esos dos días que nos supondría el retraso. El ciclón se acercaba, sabíamos que serían más de dos días. Los afectados nos diluimos por la zona.

Llamé a Irina y le dije que ya que no había aceptado el soborno le pediría alojamiento durante los dos días del retraso y los posibles después del ciclón. Aceptó. Te puedo confesar que nos hicimos amigas. Ella y su madre eran una gente muy agradable. 

Un día y pico más tarde llegaba el ciclón. Nunca he sentido tal temor anclado en el estómago. Oíamos el viento silvar fuera, las cosas desprenderse. Metales, maderas, animales sufrir. Todo se precipitó cuando el viento arrancó varios tejados de la calle. La lluvia empezó a azotarnos la cara. Las gotas se te lanzaban encima como a cubos de agua, no veía nada, no entendía a la gente. Me oía a mi misma con desespero. Las casas de en frente empezaron a desmoronarse como naipes. Se me enganchaban todo tipo de mierdas en el pelo y si te dejabas de agarrar a algo (y nada era sólido) el viento te arrastraba. Pasamos como pudimos por cada habitación, salimos fuera, entramos dentro… No sabes dónde es más seguro.

Perdí de vista a las únicas 3 personas que conocia en muchos kilómetros. Calculo que unos 20 minutos después algo me dió un golpe y me desmayé. Estuve un par de días tirada en el lodo con la clávicula rota.

Tardé una eternidad en encontrar ayuda y otra en poder comunicar que estaba viva a los míos. La zona fué declarada catastrófica. Me fuí de allí sin saber que había pasado con Irina y los suyos. Temiendo lo peor, aún me cuestiono quién fué el ingenuo que dijo que sólo había 350 muertos donde había 77.000

No lloraba. Ni atisbo alguno de lágrima.

– Yo: Y ahora tienes terrores nocturnos…
– Ana: Si…
– Yo: ¿Y no supiste nada más?
– Ana: A mi cliente le dije que no las había localizado ni antes ni después del ciclón. Tampoco me pidió muchas explicaciones con todo lo sucedido. Pero la verdad es que dos años más tarde recibí una carta de la madre de Irina. Ella y Lia (su nieta) habían sobrevivido metidas en una nevera. De Irina… nada.
Después de la noticia pasé un tiempo sin terrores, sin embargo tras mi divorcio hará un año me han vuelto. Supongo que al volver a vivir sola…

Nos pasamos un par de horas contandonos la vida. Jesús lo sabia todo porque se habían hecho «amigos» en una parada del mercado. No habían contado nada porque exceptuando la crisis del día anterior sólo se trataba de un grito cada 2 o 3 semanas cuando todo el bloque (menos yo, llámame nocturna) estaba durmiendo. Por eso, casi todos eran ajenos al tema.

– Yo: ¿Entonces? ¿La primera noche de los gritos…? ¿Quién fué? Yo oía un hombre…
– Ana: Era un hombre. Un hombre jóven. Lo escuché como tú a lo largo de toda la noche. Te oí contárselo al Presidente en la escalera al día siguiente. No era en nuestro bloque, era en el bloque contiguo. No sé que era. Perdóname Andrea, porque me dió por llorar y no hice nada más.

Ya veo. El que gritaba vive en el bloque de al lado y la que lloraba era ella. Al cabo de unos minutos se fué. Silencio de amargura.

Domingo.

Mientras me ducho lo pienso, personas como Ana son la demostración de lo lejos que llegan las terribles noticias que vemos por la tele. Para nosotros, un ciclón y sus consecuencias duran tres telediarios. O como en mi caso, ni siquiera recuerdo la noticia. En mayo de 2008 vivía tan sumergida en mi vida universitaria que ni me enteré. Aún hoy no miro las noticias por mantener mi cabeza alejada de toda esa mierda, aunque eso no evite que ocurra.

Por la tarde salgo y en las escaleras me encuentro a Eva. También recibió una visita de Ana. Más escueta, más seca (A nadie le gusta que lo traten de loco) pero al parecer sabe que somos las únicas que sufrimos sus sustos nocturnos y ha querido brindarnos una explicación. Me canso de escuchar a Eva antes de llegar al primero. Decido no hacer mucho ruido pasadas las 12 de la noche para procurar trastocarle el sueño lo mínimo posible.

Martes.

08:21h ¡Oh dios, me he dormido! ¡Voy muy tarde!

Me visto, me peino, pillo los trastos: el bolso, el pañuelo, las llaves, el móvil; (oigo la vocecilla de mi madre dentro de mi cabeza) tiro para atrás y cojo unas galletas y un Actimel para el camino. Me tomo el Actimel corre que te pillo antes de salir, parezco Mr. Bean. Tiro el envase. ¿Todo cerrado? ¿Si? Ok, abro la puerta. Llamo el ascensor para ganar tiempo mientras cierro la puerta. Alguien baja por las escaleras en el mismo estado. Como un rayo.

– El guapo: ¡Buenos díaas!

Parón. Me entra felicidad, sonrisita…pero…tanto rollo ¡¿¿Y este DONDE CO*O vive??!

Amaneceres en comunidad (parte 2)

Jueves. Tras desayunar, ducharme y vestirme me propongo no salir del edificio sin averiguar algo.

Minutos más tarde abro y salgo al rellano de la segunda planta del edifico. Me fascina pensar lo dificil que resultaba hacer esto anoche. Da igual. No sé a que puerta llamar. Pensar que parezco una loca es inquietante y me pregunto si lo habrá oído alguien más. Voy a casa de Montse, mi vecina favorita, la de al lado. Montse no está. Vamos bién.

Bajo (no me atrevo a subir). Llamo a la puerta del primero y tras 15 segundos de notar como da vueltas la mirilla ante mi, abre Paquita (la que se pasa el dia discutiendo con su hermano pero las farras se las pegan igual). Me presenta a Casper (El perro). Le pregunto si ha oído gritos por la noche.

  • Paquita: ¿Esta noche? Mmm… si oí como a alguien llorar.

  • Yo: ¿Y gritos no?

  • Paquita (Cara de culpabilidad): ¿Sabes que pasa? Yo pensaba que era la chica que vivia antes en tu piso. Era un poco rara, ¿sabes? Tenia una amiga… y se las oía… y subí y nos enfadamos. Bueno, no nos discutimos eh, sólo que… claro, se las oía discutirse… y otras cosas… y tras «hablar» se fueron. Pero no se fueron por hablar conmigo ¡eh!, se fueron al poco pero no se porque. Ahora veo que no eran ellas».

  • Yo: No no, yo creo que es encima mio, en el tercero, es decir dos pisos más arriba.

  • Paquita: ¡Nooo! ¡Allí no!

  • Yo: Ah, ¿no? ¿Entonces sabe quién vive ahí?

  • Paquita: No.

  • Yo: Ah…Ok… Probaré a contárselo a la presidenta de la escalera a ver…

  • Paquita: ¡Aquella…! A mi nunca me abre la puerta…si tú lo consigues…

Cierra la puerta.

Ok, en dos minutos nos hemos enterado que Paquita es una señora a la que no le gustan las lesbianas y que gracias a Diós también lo oye (loca no estoy), pero asegura que los del tercero no son sin saber quién vive allí. Además oye más los llantos que los gritos, cosa un poco estraña, ¿no? Finalmente, por algún motivo la presidenta no le abre la puerta, ¿Sera lesbiana?

Reflexiono. No he conseguido nada, así que subiré hasta el cuarto. Paso por el tercero. Me paro ante su puerta y me imagino unos ojos saltones apuntándome. Me armo de valor y pico. Si abre resolveremos rápido el misterio. Diez, nueve, tensión, siete, seis, cinco, tensión, tres… 2…1… ¡Nada! Pues nada, sigo subiendo. Ya en el cuarto pico a casa de la presidenta. Susto. Un hombre de unos 85 años con un pie en el nirvana me abre la puerta. Su aspecto arrugado y extremadamente grisaceo da un poco de yuyu. Me comenta con una vocecilla de cuento que es el marido de la presidenta (el próximo presidente) y yo haciendo ver que hablo con un mortal le cuento lo sucedido. Me dice que él no ha oído nada.

  • Pre-cadaver: ¿Sabes que podemos hacer? La próxima vez que lo oigas, sales al rellano y averiguas si viene del tercero o no, así podemos hacer algo al respecto.

  • Yo: ¿Pero usted sabe quién vive en el tercero?

  • Pre-cadaver: No.

  • Yo: Mm…¿Y la señora que vive justo a su lado no lo habrá oído? Si yo que estoy justo debajo lo oigo, la de justo arriba debería, ¿no?

  • Pre-cadaver: ¡Ah…! ¡Eva es sorda!

Finalizamos la conversación y me bajo de nuevo. Claramente deberían dar un tour por los pisos vecinos cuando te enseñan uno… Decido irme al trabajo, ya insitiré más tarde.

Llegando al hall principal oigo una puerta. Me paro y miro por el hueco de las escaleras, es un hombre. A riesgo de que sea él, lo esperaré y le preguntaré si también lo ha oído.

Un chaval de unos 30 y algo aparece. Se ve jóven a pesar de las canas.

  • Yo: Oye, una pregunta. ¿Tú has oido gritos esta noche?

Cara de susto. Cara de sorprendido. Cara de «¡Oh! ¡Una mujer!»

  • Cara de «Oh una mujer!»: ¡No! He dormido muy bién (sonrisilla).

Os ahorarré los minutos en que me cuenta que desde que superó la pulmonía duerme como un lirón. No parecía él. Sin embargo, tendría que haberlo oído si o si. Es quien vive justo al lado. No entiendo nada, me voy al trabajo.

(…)

Me tiro todo el día contando mi aventura con los del curro. Montamos conspiraciones y posibles maneras de atacar al enemigo. Nos echamos unas risas y vuelvo con fuerzas ¡Como le oiga le salgo a buscar! Al llegar vuelvo a mirar la puerta de Montse. Con la posición enrollada del felpudo me ilumino, ¡Esta de vacaciones! Cojonudo, ¿Cómo se va a enterar nadie si Montse no está, Eva es sorda y pre-cadaver a las cuatro de la madrugada estaría de cháchara con Diós? ¡¿Cómo?! Lo más curioso es que nadie sepa quién vive en el tercero, que yo oiga un hombre y Paquita una mujer y que a pesar de no saber quién vive en el tercero Paquita me diga que seguro que no viene de alli. No entiendo nada… ¿Esconden algo?

(…)

22:14 h Llaman a la puerta.

Tanto miedo tanto miedo y abro sin ni mirar por la mirilla. Lo pienso cuando ya casi he abierto de palmo a palmo. Una señora bajita con gafillas me mira sonriente.

  • Incognita: ¡Hola!! ¡Soy la presidenta!!!

  • Yo: ¡Oh! ¡Encantada!

  • Presidenta: Mi marido me ha contado lo sucedido, me sabe muy mal que hayas pasado por esto sola. He estado investigando. Eva dice que también lo ha oido. Ella está segura que es la del tercero, no la ha visto nunca pero asegura que está loca. Dice que siempre llega muy tarde y que mueve los muebles de noche. Además, de vez en cuando también la oye gritar en sueños…. Si lo vuelvas a oir llámame a la hora que sea y saldremos todos a ver que pasa. Me da su móvil.

Cierro la puerta. Me alivia que alguien me ofrezca ayuda por si se repite el episodio. En cambio, al irse, mi mente se vuelve a poner en marcha: ¿No representa que la presidenta era tan borde? A mi me ha parecido muy amable. ¿Porque nadie sabe quién vive en el tercero? ¿Porque Paquita y Eva oyen una mujer y yo un hombre jóven? Y sobretodo… ¡¿EVA NO ERA SORDA?!

Pásados unos minutos decido hacerme un esquema del bloque (Lo tenéis en la foto del post) dónde pretendo situar a los vecinos que conozco en sus respectivos pisos a ver si así descubro quién puede ser el/la del tercero.

(Llegados a este punto os invitaría a que os leyerais el capítulo 9 «Sé dónde vives» dónde en su momento hice una descripción de los vecinos que conocía del bloque. A ver si llegais a la misma conclusión. Sé que te da pereza, pero te aseguro que el cuerpo no se te queda indiferente…)

Si lo habéis hecho estariamos de acuerdo en que…

– El hombre que habla con su amigo imaginario es el mismo Jesús, hermano de Paquita, que en sus ratos muertos discute con Casper, al parecer un perro tímido que no ladra demasiado. Entonces… nos quedan dos, ¿Lo veis, no? ¿Vuestra mente esta llegando a la misma alarmante conclusión que la mia?

– El de arriba, al que oía en muy mal estado, parece ser que era Toni alias ¡Oh! ¡Una mujer! Quién padeció una pulmonia que casi lo fulmina, pero que ahora, tras superarla duerme como un lirón.

Entonces… A pesar de lo que oigan las señoras… Si yo juraría que se trata de un chico jóven… Eva dice que siempre le oye llegar tarde… y teniéndo en cuenta que no queda ni un sólo hueco más donde meterlo en el esquema…y que siempre que le veo está bajando de algún piso superior al mio… ¿El loco del bloque es…? ¡NO PUEDE SER! ¡No quiero volverlo a pensar! I-L-U-M-I-N-A-C-I-Ó-N ¿¿El guapo del bloque es el loco del bloquee?? Muerte cerebral…

00:48 Cierro la luz con tensión… me imagino a ese chaval guapetón que un día me encontré a las dos de la madrugada en la puerta del edificio abriendo los ojos más de lo necesario antes de darle al interruptor ¿Dormiré hoy?

Capítulo 9: Sé dónde vives

Uno puede cagarse en su jefe, criticar a sus amigos o partirse la cara con sus primos. Uno puede ser un antisocial de mierda o simplemente tener un mal día, que siempre le quedará el llegar a casa, ponerse sus zapatillas y dejarlo todo fuera.

Sin embargo, tampoco esto te quedará si te llevas mal con quien compartes escalera.

No sale a cuenta. ¿Nos acordamos de la famosa frase amenazadora «Sé dónde vives»? ¡Pues TU vecino LO SABE DE SOBRAS! Y es que a pesar de no poder entrar (en principio) en tu casa, su furia puede traspasar paredes y paciencia con demasiada facilidad. Sábido es que el ingenio se agudiza cuando hablamos de putear al prójimo. Lo constata el elevado número de personas que vive encontrándose mierdas varias en el rellano, pitillos en el toldo o meadas en el tenderete. Por no hablar de aquellos cuadros que se cuelgan a las 4 de la mañana después de una discusión…

Un vecino enfadado puede conseguir que te encierren en el manicomio. El problema reside en que un vecino «normal» TAMBIÉN. Porque cualquiera con vida pròpia puede ver la tele hasta la una de la madrugada, ir en tacones a todas horas, secarse el pelo con algo parecido a una motosierra, o apestar todo el bloque porque ¡HOY había ANTOJO de sardinas!

El buen vecino no existe. Des del primer pesado que dejó pastar a su rebaño un día tras otro por el campo del de al lado siempre hay alguien que se salta la frontera entre el convivir y el tener jeta.

Son un peligro! Conozco el caso de uno, que ni loco, ni enfadado, más bien despistado, se dejó el grifo abierto. Estuvo tanto rato y se creó tal humedad en la pared, que sólo faltó que sus queridos compañeros de escalera tuvieran un mal día y pegaran un portazo para que dicha pared se les cayera encima! La señora tuvo que salir por la ventana antes no fuera chafada. Parecía un buen vecino.

Personalmente, he llegado a la conclusión que todas las comunidades cumplen en menor o mayor medida con lo que predican «La que se avecina», «La Comunidad» y «13 rue del percebe». Todas récords de audiéncia porque a todos nos pasa!

Yo tampoco me he salvado, y aunque bastante buenos, me han tocado de lo más particular… Así por encima contaros que convivo entre:

  • Abajo: Dos hermanos jubilados que se montan más juergas que yo (por suerte no la lían mucho).
  • Al lado: Una señora muy maja que lleva 7 años en el paro odiando a la sociedad. Con el tiempo se ha quedado un poco sorda, aunque dice que le da igual que «Por lo que hay que oír…». (Va muy bien porque le puede abrir la puerta al del gas si hace falta, se acerca al prototipo de vecino ideal).
  • En algún lugar: Un hombre que sigo sin saber que tipo de bicho o amigo imaginario tiene, porque él le habla pero nadie contesta (creo que si fuera un perro o un gato les hubiera escuchado alguna vez…)
  • Un guapo escurridizo (No es nada particular, pero sería interesante saber a que puerta hay que ir a pedir sal).
  • Y la estrella de la corona… ¡El de arriba! Los primeros días pensé que se trataba de un guarro de concurso, le escuchaba cada noche realizar su gargajo de turno. Sin embargo, con los días me tiene preocupada. Le oigo toser a todas horas, a veces vomitar. Encima, hay noches que sufre de terrores nocturnos y grita en medio de una pesadilla. Estoy por subir un día, pero aún no sé si a decirle que si me necesita estoy abajo o a ver en directo el mísil con pelillos que tiene por escoba.

¡Ante todo no pasa nada! Quien tiene un vecino también tiene un tesoro! Los hay que te ayudan con lo que haga falta y sólo hay que respetarse un poquito para que la convivencia marche bién. La frase «Hoy por tí, mañana por mi» se la inventó aquél que esperaba su turno mientras la de arriba se tiraba a todo el barrio…

Finalmente, sería injusto decir todo esto y no reconocer que tipo de vecina soy yo. Pues bien, soy la que nunca está y que cuando lo hace dice «….Va por ustedes» y pone su selección musical dando palmadas. Soy la que se rie hasta las tantas y también, la que se ha cambiado el secador por no acabar con la felicidad general del vecindario.

La verdad, empiezo a pensar que les gustan mis listas d’Spotify ya que no sólo me saludan, sino que encima ¡lo hacen contentos!

P.D.: A veces el silencio se realiza más por respetar el espacio del otro, que por gusto.